Morelia, Michoacán

Armando Olvera Medina, un hombre de 73 años, residente del asilo Cristo Abandonado, abrió una ventana a su vida y reflexiones a Primera Plana MX en el mes dedicado a las Personas Adultas Mayores. Su historia es un testimonio de las alegrías y dificultades que representa vivir. A pesar de los retos, ha encontrado la paz y satisfacción en lo sencillo.

“Me llamo Armando Olvera Medina. Tengo… ¿qué? 73 años”.

Así comienza la conversación con Don Armando, un hombre que lleva consigo un cúmulo de experiencias en más de siete décadas de vida. Desde su infancia cristiana, guiada por las enseñanzas de su padre pastor, hasta sus años como propietario de una taquería, Armando ha transitado por diversas etapas que han dejado huellas profundas en su memoria.

Armando recuerda con nostalgia su hogar y su taquería, donde forjó muchas amistades. “Le dije al taquero… Tráeme a tus… A tus choferes… Para que echen un taco. Entonces nos llegaron… Pero toda la calle se llenó de carros”, narra con una sonrisa. Esos momentos, llenos de compañía y camaradería, son los que Armando atesora con cariño.

Sin embargo, la vida también le presentó dificultades. “Tenía ahí una amiga… Pero llegó su marido… Y yo creo que estaba este… Era marihuano el marido… Se enteró de mí… Y ya este… Ya no me la acababa”, cuenta Armando, refiriéndose al incidente que lo llevó a tomar la difícil decisión de dejar su hogar y mudarse al asilo.

Hace dos años y medio, Armando llegó al asilo, donde fue recibido con cariño por Betty, la subdirectora del lugar. Desde entonces, ha encontrado un refugio donde se siente seguro y querido. “Yo estoy muy a gusto. Gracias a Betty, porque los jueves es día libre para todos. Entonces me permiten salir a la calle”, comenta con gratitud.

Las pequeñas escapadas que realiza cada jueves a la plaza, donde disfruta de unos sopes y un café en los portales del centro, son para él momentos de felicidad que le permiten conectar con la vida fuera del asilo. Armando valora esas salidas, que culminan con una visita al mercado de dulces, donde compra las golosinas que tanto le gustan.

Cuando se le pregunta sobre el consejo que le daría a las generaciones más jóvenes, Armando es contundente: “Que vivan la vida sin vicios”. Su mensaje es claro, basado en su propia vida: él nunca fumó, ni bebió, y atribuye su bienestar a una vida alejada de los excesos. “Que obedezcan a sus padres. No agarren el vicio porque se perjudica a toda la familia”, enfatiza con firmeza.

Armando Olvera Medina es un hombre que, a pesar de las adversidades, ha encontrado paz en la sencillez de su vida actual. Desde la tranquilidad de Cristo Abandonado, envía un mensaje de esperanza y sabiduría a quienes aún están construyendo su camino: vivir sin vicios y en armonía con la familia es la clave para una vida plena. Su historia es un recordatorio de que, como sociedad, debemos honrar y agradecer a nuestros adultos mayores por el legado que nos dejan.