Desde los 8 años ha estado en los escenarios, inicialmente en el Ballet Infantil de Danza Folklórica del DIF Michoacán
Víctor E. Rodríguez Méndez, colaborador La Voz de Michoacán
Cambió la biología por la danza, los idiomas por el baile en el que lleva inmersa más de cuatro décadas. Desde niña sólo quería bailar y aun hoy su sueño es que todo mundo baile. Por ello es que todo en Teresa Chavira resuena a danza, a movimiento, a trance escénico. Durante nuestra conversación sus palabras se mueven al unísono de sus manos, de su mirada, incluso, cual ritmo de baile en el que se entrelazan la pausa y la armonía, sin muchas explicaciones y sí con mucho sentimiento. Se dice que bailar incrementa la liberación de dopamina, endorfina y oxitocina, y Teresa Chavira lo sabe muy bien: la danza es para ella la exégesis del cuerpo, suunión con la mente y el espíritu como una celebración de la vida. La danza como la magia del movimiento.
Teresa de la Luz Chavira Leal (Pátzcuaro, 1979) es artista de danza contemporánea, lo cual significa ser bailarina, coreógrafa, docente e investigadora. Conoce, dice, todos los ámbitos de la danza contemporánea. No es para menos, dado que lleva más de cuarenta años dedicada a la misma. Desde los 8 años ha estado en los escenarios, inicialmente en el Ballet Infantil de Danza Folklórica del DIF Michoacán, por lo que el baile para ella fue más que un hobbie: fue un compromiso que luego se haría parte fundamental de su vida.
“Cuando estaba en el ballet e íbamos a presentaciones mi madre nos enseñó que era un compromiso”, refiere Teresa en entrevista una tarde lluviosa en Morelia. “No fue exigencia ni nada porque con mis compañeras jugábamos mucho con el maestro. Nos ponía juegos de rítmica, y yo lo entendí siempre como un juego. Todo para mí era natural, muy orgánico. En algún momento supe, incluso, que la danza folclórica no me permitía expresarme como yo quería. Recuerdo que una maestra de gimnasia me mandó a la Casa de la Cultura y dijo: 'Esta niña tiene que ser bailarina'”.
A los 12 años se inscribió en la entonces Escuela Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), donde inició la carrera técnica de folclore e ingresó al Ballet Folklórico de la universidad nicolaíta. Al terminar el plan de estudios de danza folclórica, con 17 años optó por dedicarse a la danza contemporánea y se integró al grupo Sïuini que dirigía Dalia Próspero. “Ya no me llenaba la danza folclórica y le pedí a Dalia que me dejara entrar a su grupo; me dijo que sí, y al terminar la prepa yo ya quería dedicarme totalmente a la danza”.
La reticencia de su padre y madre en ese momento le hizo difícil seguir en la danza, sobre todo cuando decidió estudiar la licenciatura en Bellas Artes. Su familia quería que estudiara medicina, pero ella se decidió por la biología. Fue al curso propedéutico y en pleno examen dijo: “Esto no es para mí”. Salió corriendo para decirle a su padre que ella quería ser bailarina. Para él, el gusto por la danza de Teresa era sólo un hobby. Ante la resistencia de él, se encerró en su cuarto y lloró toda la noche. Sin embargo, al día siguiente les escribió una carta explicándoles por qué quería ser bailarina.
La carta tuvo un efecto positivo y finalmente obtuvo la confianza para estudiar en el taller de Dalia Próspero de la Casa de la Cultura de Morelia. A cambio, tuvo que estudiar inglés y francés “para no morirse de hambre”, según le dijo su papá. “Así fue que yo entendí que eso era mi vida; al escribirles la carta entendí que era una forma de integrarme al mundo, de compartir con la gente desde un lugar que casi nadie lo hace. Mi sueño es que todo el mundo baile, que a todo el mundo le guste moverse, que le encante conectar su cuerpo con la mente y el espíritu, que eso es para mí la danza”.
Celebración y magia
Para Teresa Chavira la danza es también una celebración de la vida. Es la unión del cuerpo, la mente y el espíritu porque en un solo momento todo eso se junta. La danza contemporánea en sí misma, añade, es hacer poesía con el movimiento: la magia del movimiento. “Cada uno tiene una magia cuando se mueve. A veces me sorprendo cuando estoy dando clases y les digo a mis alumnas que tenemos que aprender a escuchar y hacer; es decir, yo tengo que decir lo que hay que hacer, haciéndolo, porque no se hacen muchas cosas porque dices y luego haces, o haces y luego dices. Escuchar-haciendo y haciendo-hablando es una conexión mental que no se hace en muchas disciplinas”.
Como bailarina, Teresa Chavira ha trabajado con los coreógrafas y maestras como Israel Chavira (su hermano), Rocío Luna, Erandi Fajardo y Nadia Caro, principalmente. En 2011-2012 fue becaria del Sistema Estatal de Creadores con el proyecto En totalidad del cuerpo, para el cual realizó la obra “Bailo con ella. Impromptu escénico”.
Al respecto, asegura que buena parte de su carrera la desarrolló como integrante de diversos grupos dancísticos. “Cuando me hice más adulta empecé a ser solista”, añade. “Fue hasta el 2011 que entendí que no me hallaba en un grupo. En ese tiempo bailé sola por primera vez en el Conservatorio y fue muy padre. Descubrí que sola sentía más la poesía del movimiento. Postulé para una beca de creadores con trayectoria con el proyecto En totalidad del cuerpo, que se trataba de entrenar con diferentes técnicas que nunca había probado”.
Desde entonces se desarrolla como bailarina solista con el proyecto Impromptu Escénico.
Así empezó también su mejor entendimiento con la improvisación, la cual considera su plataforma: “Es mi forma de crear y de presentarme, es mi forma de investigación. La improvisación es un lugar que no todo mundo tiene; para mí improvisar es jugar, porque el acto de jugar es crear. Y, para mí, eso es jugar: improvisar”.
En 2019, conformó junto con el músico Patrick Parola y la músico-performer Norma Ferreira el Ensamble In Situ, con el que trabajan la improvisación como una forma de creación, investigación y presentación in situ. “Ellos como músicos y yo como bailarina congeniamos muy bien, no necesitamos de mucho”.
Teresa afirma que se le ha dado mucho trabajar con música en vivo, así como colaborar con otras disciplinas y con artistas visuales o de teatro. En su trayectoria, de hecho, como coreógrafa tiene diversas colaboraciones en obras de teatro, entre la que se incluye el Juan Tenorio que dirigió Alfredo Durán, quien en la escena de la taberna incluyó movimiento coreográfico.
Hasta el momento, señala, su vida como bailarina profesional ha sido prolífica, misma que la ha llevado a trabajar con muchos coreógrafos “comprometidos y muy talentosos” de Morelia. “Me caracteriza la improvisación y la creatividad, también me caracteriza que me conecto mucho a la interpretación, pero mi fuerte es la improvisación, sin duda”.
Aprender, enseñar, compartir
Desde 1984, Teresa Chavira se ha desempeñado como docente en talleres de Casas de Cultura y otros centros, además de la licenciatura en danza de la Escuela Popular de Bellas Artes, la Universidad de Morelia y en la licenciatura en educación artística del Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación “José María Morelos”.
Tere tiene la firme convicción de que siempre le ha tocado aprender y enseñar, desde los 14 años cuando una vez su maestra de gimnasia le dijo que no podía dar clases y le dijo: 'Te toca'. En esa situación pensó en cómo enseñar a sus compañeros a pararse de manos o hacer saltos mortales; se dejó llevar por su instinto y solamente compartió lo que sabía. Hoy día, dice desconocer hasta qué punto influyó esa enseñanza para su devenir como maestra profesional. En otros momentos fue maestra de folclore y hasta dio clases de inglés a niños de kínder.
“Esos descubrimientos de ver cómo intuitivamente transmitía y compartía me han dado la pauta para seguir desarrollándome y seguir evolucionando en la docencia. Porque la docencia es compartir mis saberes, es compartir y también es aprender”, puntualiza.
Tiempo después, en 2010 con el Programa Nacional de Escuelas de Iniciación Artística Asociadas, en el que fungió como como operativa administrativa, coordinadora académica y docente, fue que se introdujo en la investigación de la educación artística y, sobre todo, en entender la danza no sólo desde un punto artístico, sino desde un punto de formación para dar experiencia a la creatividad y la imaginación.
Otra muestra de ello es la actividad que lleva a cabo como docente con el Ayuntamiento de Morelia en la colonia Trincheras, en donde trabaja con un grupo de mujeres el concepto de danza comunitaria.
Labora desde 1998 en la Secretaría de Cultura de Michoacán, donde empezó cubriendo interinatos y realizando trabajos en diversas áreas. Actualmente es maestra del taller de danza contemporánea de la Casa de la Cultura de Morelia.
En 2019 con una beca del Centro Nacional de las Artes, Teresa Chavira realizó un trabajo de investigación llamado “La danza contemporánea en Morelia, Michoacán. Testimonios de origen, evolución y visión”, que consta de veinte entrevistas-testimonios, lo que le llevó a descubrir que la danza contemporánea en Morelia existe desde hace más de 70 años. “La danza ha ido creciendo, pero ha habido muchas fases de estancamiento. En este momento estamos en una pausa. Evolucionó cuando establecieron la licenciatura en danza en la Escuela Popular de Bellas Artes, y estaban el Festival Internacional de Danza Contemporánea y la Muestra Estatal, que fueron plataformas que llevaron a evolucionar y a la profesionalización. Habíamos más de diez compañías en aquella época, del 2000 al 2010, más o menos, íbamos a circuitos que se hacían por todos los municipios. En el 2015 todavía estábamos ahí, pero desde entonces ha habido una pausa en todo. Hay una cosa inquietante que siento en este momento”.
Sin embargo, para la maestra y bailarina michoacana aún existe una oportunidad de influenciar y de seguir investigando cómo integrar la danza escénica a la gente común, a la gente que quiere no nada más bailar, sino también descubrir cómo moverse y, quizá, eso sea una forma de generar público, según afirma.
A Teresa Chavira la danza contemporánea le ha dado la oportunidad de generar e imaginar formas de difundirla. “Allí es donde me encuentro ahora, y cada cosa que construyo es con ese afán, con el propósito de conectar con las personas para que sepan bien qué es la danza contemporánea. Me ha pasado muchas veces que hay personas que se conectan porque la comunicación de la danza contemporánea es kinestésica. Y es en esta conexión del movimiento de cuerpo a cuerpo es que descubres que la danza no se entiende, sólo la sientes y te conectas”.
Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.