Morelia, Michoacán a, 24 de octubre de 2025.- La caminata por la Paz y la Justicia no fue un mero acto de protesta, sino el reflejo desgarrador de un sector golpeado en su corazón.
El asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, líder limonero ultimado el pasado 20 de octubre en Apatzingán. Este crimen atroz se percibe, en este momento de duelo, como una victoria oscura del poder criminal. El asesinato de Bravo es visto como la prueba más cruel de que el narco ha logrado, al menos temporalmente, arrodillar al sector limonero, como lo señalo Bernardo.
La tristeza se anida en los rostros que entraban a la Catedral para para participar en la tercera misa del novenario, rostros marcados por la impotencia ante la violencia que silencia a sus líderes.
Los mensajes escritos en las cartulinas, aunque exigentes, llevaban el peso de la resignación “La paz no es la ausencia de guerra, sino de justicia. Si quieres paz, trabaja por la justicia.” Esta frase, que ahora suena a lamento, resume la dura realidad de un campo que exige derechos y seguridad.
El recorrido de la marcha, inicio Las Tarascas y continúo por la avenida Madero, fue una procesión de duelo, donde la solidaridad se tejía entre amigos, familiares y compañeros productores. Todos unidos por el vacío dejado por Bernardo, cuyo legado es ahora la lucha por recuperar la dignidad perdida del campo y del sector limonero que él tanto defendía.
El llamado a las autoridades fue desesperado, nacido del quebranto: se exigió que se actúe para que el campo “deje de estar de rodillas ante el narco” frase que marco el legado del extinto líder limonero.
Es una súplica urgente para revertir la victoria que el crimen parece haber obtenido con el asesinato de su vocero.
La marcha, vestida de blanco, es el símbolo de un campo que, aunque herido y apesadumbrado, se niega a morir en el silencio.