No es un proceso de duelo que eventualmente termina, sino un abismo que se presenta ante ella, un tiempo quebrado, un estado nuevo en el que deberá vivir para siempre

Mara Rahab Bautista, colaboradora La Voz de Michoacán

Recientemente llegó a la librería una novela que al leer la contraportada nos hizo sentir la piel chinita, En la naturaleza la cosas crecen, de la escritora chino-estadounidense Yiyun Li y editada por Chai Editora este año, una preciosa editorial argentina. Regresando a la novela, les compartimos un fragmento de la contra:

“No hay una buena manera de exponer estos hechos, que deben ser aclarados antes de poder seguir con el libro. Mi marido y yo tuvimos dos hijos y los perdimos a ambos. A Vincent en 2017, a los dieciséis años; a James en 2024, a los diecinueve. Los dos eligieron el suicidio y los dos murieron a poca distancia de casa".

Yiyun Li escribe sobre estas pérdidas y lo que les sigue: no es un proceso de duelo que eventualmente termina, sino un abismo que se presenta ante ella, un tiempo quebrado, un estado nuevo en el que deberá vivir para siempre. 

Esto nos ha hecho pensar en dos cosas: una, que el tema parece ser un tema abierto a la literatura sobre todo de mujeres, de madres que nos hablan del dolor de perder un hijx porque ha decidido quitarse la vida; no estamos diciendo que es un tema nuevo, solo que está siendo más recurrente y tema central de las historias, de los libros en un género que brinca fronteras entre ensayo, diario, memorias y novela y que nos hace estremecernos porque nos acerca ese miedo que se siente por perder a alguien muy querido por disección propia, una suceso que sigue y seguirá explorándose, debatiendo, entendiendo y que como sociedad nos acercamos más sin tabú y esperamos, con más información.

Estos libros sin duda han acompañado a personas que necesitan ser espejeadas, entendidas y a ellas les entregan, una especie de respuesta. La segunda cosa en la que pensamos fue en la literatura oriental, pero eso lo platicaremos en una siguiente colaboración.

En una colaboración anterior -hace ya varias- mencionamos el libro Lo que no tiene nombre de la colombiana, Piera Bonett, lo volvemos a traer porque nos parece vital en este tema; en éste, la autora se enfrenta al tabú del suicidio a través del suicidio de su hijo, muerto a los 28 años. Como muchos de los libros sobre suicidas, no se trata tanto de saber por qué, sino de dejar un testimonio de quién fue la persona que decidió terminar con su vida. En este caso, su hijo era un pintor, desde niño perfeccionista, y con muchos años en tratamiento psiquiátrico.

(Alfaguara, 2013)

Nada se opone a la noche de la escritora Delphine de Vigan, con esta obra la autora ha obtenido el Premio de novela FNAC, el Premio de novela de las Televisiones Francesas, el Premio Renaudot de los Institutos de Francia, el Gran Premio de la Heroina Madame Figaro y el Gran Premio de las Lectoras de Elle.  El libro nos relata como la escritora encontró a su madre, Lucile, muerta en su casa. Todo hacía pensar en un suicidio. De Vigan inició entonces una investigación para desentrañar dos misterios: quién era su madre y por qué se había suicidado. Lo que descubrió es una memoria familiar que no está libre de secretos terribles. La madre de la escritora cerraba su carta de suicidio así: “Sé muy bien que les voy a causar tristeza, pero resulta inevitable antes o después, y prefiero morir viva”.

Delphine de Vigan no solo busca una reconstrucción biográfica, sino las claves de la locura de su madre que también marcaron su vida desde joven. Para ello busca en la memoria familiar, a través de entrevistas, fotografías, grabaciones y otros documentos, siempre guiada por la intuición de que hubo algo concreto, algo más allá de las desgracias cotidianas, que actuó como el desencadenante de la locura de su madre.

(Anagrama, 2012)

Y no sobre hijxs, pero sí sobre su hermana, Miriam Towes, en un tono completamente distinto a los libros mencionados anteriormente, logra escribir sobre algo tan doloroso como el suicidio de una hermana, con un sentido del humor único, que al parecer es también una buena salida del dolor, sobre todo viniendo de historias tan dolorosas y de maneras tan distintas de enfrentarlas. En Pequeñas desgracias sin importancia, Miriam Towes considera también que la escritura puede ser una posible ayuda para quienes se enfrentan a problemas de  y de la muerte asistida,  cada vez más amplio.

En este libro, Towes nos relata cómo su hermana le pidió . Y ella le dijo lo que el instinto responde siempre: lucha. Y un día, su hermana cumplió su deseo y se quitó la vida.

(Sexto Piso, 2022)

¿Cómo explicarle a un hijo el suicidio de su padre? En Fauce, Tania Tagle intenta explicarlo con honestidad, con ternura y con amor a la vida; un ensayo publicado recientemente por Lumen nos cuenta cómo un hombre menor de cuarenta años decide acabar con su vida sin previo aviso ni nota de despedida. Tras su muerte queda un silencio aterrador que consume cualquier ensayo de explicación como si fuera una bestia hambrienta. En este caso, queda también un hijo de siete años, al que su mamá necesita contarle lo que pasó.

Ante este suceso, Tania Tagle se hunde en el lenguaje para hablarle de la muerte a un niño, pero también de la vida. De la alegría como forma de resistencia y del futuro como territorio inapropiable.

Sobre el duelo de Chimamanda Ngozi Adichie, no es un libro de suicidio, pero sí, como su título lo dice, sobre el duelo al padre, y nos pareció importante sumarlo porque su contenido también es más una respuesta, que una pregunta ante la muerte. En un intento por encontrar consuelo al vacío, Sobre el duelo es una breve pero inteligente y conmovedora crónica autobiográfica de las primeras etapas de la gestión de la pérdida, el obituario del padre que la llamaba «nwoke neli» («la que equivale a muchos hombres») y una profunda reflexión sobre la lengua y las tradiciones Igbo, para hablar de otras formas de nombrar la muerte.

(Penguin Random House, 2021).

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