México es el país del huachicol y el huachicolero, en el que se usa el influyentismo político y se aprovecha

Leopoldo González

El huachicol es una actividad ilegal propia de la economía escondida o informal, que se hace al margen del Estado pero al amparo del poder, para fortalecer a grupos de interés que han hecho de la ilegalidad el gran negocio de su vida.

México es el país del huachicol y el huachicolero, en el que se usa el influyentismo político y se aprovecha cualquier resquicio legal para hacer negocios en el santo nombre del pueblo y al amparo del poder.

En estos términos, debo admitir que decir “el huachicol del poder” en México es casi un pleonasmo.

El huachicol es coyotaje, como la obra pública a sobreprecio y con productos de mala calidad, que lo que busca es burlar las prohibiciones y normas del Estado para favorecer a un grupo de presión o de poder, con transacciones muy jugosas y a gran escala que escamotean el precio real del producto y el pago de impuestos, y cuya finalidad es empoderar aún más a un grupo criminal ya empoderado.

López Obrador, al que ciertos incautos y despistados llegaron a considerar un político limpio y ejemplar, es la pieza clave de todo el entramado de corrupción criminal que tomó el poder en 2018.

Este personaje malvado y siniestro llevó el crimen al poder y apresuró la metástasis criminal más grave que haya vivido México en toda su historia.

Al heredar a Sheinbaum la presidencia mediante un fraude e imponer una Suprema Corte ilegítima fiel a sus intereses y a los de su grupo, creyó haber puesto fuera del alcance de cualquier investigación judicial seria a su gobierno y, al mismo tiempo, supuso que había blindado a su familia y socios de cualquier indicio o presunción de gobernanza criminal en México.

Si se investiga con rigor, y además se exhibe como prueba el discurso en Palacio Nacional que provocó la tos del secretario de Defensa, Luis Crescencio Sandoval, está claro que los caminos del dinero sucio, bajo el gobierno de López Obrador, conducían a Palacio Nacional.

Ahí, en Palacio Nacional, se aprobaron los proyectos ejecutivos de obras como Dos Bocas, el Tren Maya y demás, que de la noche a la mañana hicieron multimillonarios a los juniors del poder y al clan.

Ahí se escribió el decreto para la creación de Segalmex, que en unos cuantos años, al descubrirse el fraude de Ignacio Ovalle por más de 15 mil millones de pesos, superó al Fobaproa y a la Estafa Maestra.

 Ahí, en Palacio Nacional, se hizo Jefe de la Oficina de la Presidencia de la República a Alfonso Romo, el mismo que, según informes del Departamento de Estado de EE.UU, era la cabeza del lavado de dinero en el gobierno de López Obrador, desde su Casa de Bolsa.

Ahí se autorizó y desde ahí se operó el fraude sexenal del desabasto de medicamentos, que se tradujo en miles de muertes por diabetes y cáncer y en el enriquecimiento perfectamente explicable de funcionarios ligados a la 4T.

Ahí comenzó, también, la ruta burocrática del huachicol, cuando se autorizó la compra de 632 pipas por la paraestatal PEMEX, “para combatir el huachicol” desde el gobierno, según se dijo entonces.

Puro cuento, entonces como ahora.

Si el huachicol sirvió para catapultar a Morena a los gobiernos federal y de varios estados de la República, según sabemos por las investigaciones de Latinus, de Código Magenta y Proceso, es posible que la ruta sangrienta del huachicol, que suma ya nueve casos de alto perfil, dibuje un debilitamiento sensible y sistemático y el colapso de la 4T hacia 2027.

Un marino, sobrino del exsecretario de Marina Rafael Ojeda, fue detenido el jueves pasado como cabeza del contrabando y tráfico de huachicol en nuestro país; otro marino, sobrino del mismo exsecretario, se encuentra prófugo; un marino más, arrepentido de lo que hizo, se entregó a las autoridades y denunció ante la FGR a los superiores que lo sobornaron; otro marino se suicidó la mañana de ayer martes, por temor a las consecuencias legales de sus actos; la tarde de ayer, se supo que otro marino perdió “accidentalmente” la vida en un campo de tiro.

Lo que ocurre en el país, a propósito del huachicol, podría escalar muy pronto hacia otro nivel, y revolver aún más las aguas ya revueltas en el partido gobernante, ya de por sí en crisis por lujos, liviandades, escándalos y escaramuzas internas.

Ni Morena ni la 4T, cuando se armó la compleja red del huachicol del poder para financiar campañas y fabricar supermillonarios al instante, metieron en la ecuación política un factor que ahora es su migraña: ese factor se llama Donald Trump, gobierna desde la Casa Blanca y trae en jaque a Venezuela y México.

Pisapapeles

México, por el lado que se lo vea, es una “huachicocracia” esférica: la huachicocracia del poder.

leglezquin@yahoo.com