Morelia, Michoacán

“Me armaron una campaña de desprestigio que provocó una ola de odio que por poco me cuesta la vida”, señaló Osvaldo, el joven quien se encuentra atrapado en una pesadilla tejida con hilos de difamación y miedo visceral al ser acusado de asesinar a Carlos Manzo, edil de Uruapan.

Su vida cambió de la noche a la mañana con el asesinato de Carlos Manzo. Hecho violento que se convirtió en pesadilla y una sombra proyectada por una fotografía que utilizaron en un montaje para incriminarlo.

El eco del asesinato de Carlos Manzo Rodríguez, presidente municipal de Uruapan, ha resonado en su humilde barrio de tierra caliente Apatzingán. Sin embargo, el golpe que ha recibido Osvaldo es indirecto y devastador: lo han señalado como el homicida.

“Han sembrado una campaña de odio contra mí y mi familia”, declara Osvaldo Gutiérrez Velázquez de 18 años, originario del municipio de Apatzingán.

Su nombre y fotografía fueron usados de manera dolosa en una nota del diario El Universal, sin fuentes claras ni sustento, actuando como jueces y verdugos, iniciando así una cacería pública que amenazó con costarle la vida, dijo.

El terror fue tan palpable que su única estrategia de supervivencia fue la reclusión: tuvo que esconderse y cesar su trabajo de pintor y cortador de limón, paralizado por la posibilidad inminente de un ataque a su persona.

El centro de su angustia es la imagen que circula: una fotografía que él describe con dolorosa precisión como un “montaje, bien editado”.

“Yo no soy… Soy el de la segunda foto,” insiste. intentando desesperadamente separar su rostro real de la máscara del asesino que le han impuesto. “La foto la sacaron de mi face, está manipulada y es una sentencia de muerte para mí, porque editan mi rostro y lo colocan frente a Manzo”.

Su familia, el único refugio que le queda, también paga el precio. Han sido objeto de escrutinio y acoso en su propio entorno. El miedo se materializa en las preguntas insistentes de vecinos y desconocidos que indagan por él, sembrando la zozobra en la casa que comparte con su hermana.

“Soy inocente y por eso acudí a la Fiscalía de Michoacán, para aclarar mi nombre y buscar un poco de justicia.”

Osvaldo encontró un ambiente ambiguo donde se presentó voluntariamente ante los investigadores. Tras horas de declaraciones y pruebas de balística que confirmaron que no tuvo nada que ver con el homicidio de Manzo Rodríguez. “Ese día estaba trabajando con mi hermano pintando acá en Apatzingán, a eso nos dedicamos y también al corte de limón”.

Explicó que ha escuchado a dos individuos ajenos preguntar insistentemente por él en el exterior de su casa, evidenciando que el peligro lo seguía.

Su confesión es cruda: “Sí tengo miedo, ¿verdad? Pues yo mejor evito que me den un golpe.”

Osvaldo lanza un grito ahogado a la sociedad: su súplica no es por impunidad, sino por la reparación de su honor mancillado.

Osvaldo y su familia necesitan que se investigue a quienes, con intereses ocultos, operaron esta campaña difamatoria, para que el fantasma del homicidio de Manzo deje de perseguirlo y pueda, finalmente, rehacer su vida lejos de la sombra de un crimen que no cometió. “Sólo pido que me dejen en paz y que la justicia aclare y sancione a quienes hicieron esta campaña de odio que por poco me cuesta la vida.”

Hoy, el propio fiscal de Michoacán, Carlos Torres Piña ha confirmado la identidad del verdadero homicida, de Miguel Ángel Ubaldo Vidales, de 17 años, y se investiga móvil para dar con el actor intelectual y han confirmado que pertenece a un grupo delincuencial.

El joven Osvaldo pide una disculpa pública y que con ello se aclare todo y los dejen seguir con su vida.