Con motivo de la Semana Santa, se abre al público el Altar de Dolores, tradición constituida desde el siglo XVI, con base en el dolor de la Virgen María ante la muerte de Jesús.
Esta exposición, colocada desde el 21 de marzo, tiene la finalidad de mostrar los siete estadíos de dolor de la Virgen ante la Pasión y Muerte de su hijo, y parte desde la profecía del anciano Simeón hasta la sepultura de Cristo, lo que simboliza laa siete espadas que atraviesan su corazón.
Ante este fenómeno artesanal, el ceriescultor Manuel Pedraza comentó sobre esta exposición particular de los días santos. «La tradición es completamente virreinal. Se dice que surgió en Italia, es una devoción católica-mariana del siglo XII-XIII con los monjes servitas, los servidores de María. Por ahí hay alguna experiencia mística y empiezan a tomarse en cuenta los dolores de la Virgen», afirmó Pedraza.
Uno de los recursos para la educación religiosa es el aspecto didáctico. La diferencia de idioma e ideología eran complicadas de unir, y toda la parte gráfica en representación fueron parte de estas manifestaciones artísticas.
De igual manera, el ceriescultor explicó el significado de los colores y los objetos colocados. «Dentro del montaje o puesta, lo que predomina es el color morado, que evoca la penitencia y el dolor, y al ser siete dolores los representados, ya sea por una espada, en escultura o pintura, en su defecto se ponen siete veladoras. Lleva fijo el color morado, la manzanilla que representa el Sol, se pone trigo germinado en la oscuridad, haciendo alusión al periodo de anonimato de Cristo, flores de temporada, velas, entre otras cosas», indicó.
Por último, habló sobre el proceso de realización de este altar conmemorativo. «Con los compañeros empezamos hace mes y medio. En este año pusimos papel picado en flores escamadas. Aproximadamente hace diez días nos pusimos a germinar el trigo. En esta ocasión, decidimos utilizar el acervo del propio Museo, porque muestras la identidad de la ciudad», finalizó.
El Altar de Dolores, que se encuentra en una de las tres salas del Museo de Arte Colonial y tiene siglos de historia. Se remonta al siglo XVI, atribuido a los franciscanos de la Nueva España.